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Opinión

Al Servicio de Dios

Desde el pre-escolar hasta terminar el bachillerato estuve en un colegio dirigido por monjas  (Hermanas Mercedarias de la Caridad) por lo que para mí no era extraño  ver las señoras  con el hábito (vestimenta característica de las monjas)  a pesar de no ser católica. Nunca me pregunte por qué lo hacían ni lo que implicaba dedicar la vida a Dios y al servicio a los demás  ya que de alguna manera yo no las percibía como simples mortales, quizás por mi corta edad y el hecho de que la mayoría de ellas eran extranjeras las veía como seres superiores y factores como vocación, votos, castidad, clausura, servicio etc. Eran cosas que simplemente no me parecían interesantes y por ende no despertaban inquietud alguna en mí.

Hace unos días y después de un buen tiempo de no vernos me encontré por casualidad con una de mis ex compañeras del colegio. Ella no fue una simple compañera de curso, sino una de las que compartieron conmigo los minutos del recreo, las travesuras en el salón de clases y las luchas típicas de los trabajos en grupo (en los que a fin de cuentas uno se divertía más de lo que trabajaba… pero así es el colegio). Después de un efusivo saludo  y las preguntas propias de quienes hace mucho tiempo no se ven (¿Cómo te ha ido? ¿Qué has hecho? …) mi amiga me dice que ha tomado la decisión de de ser monja. Yo por un momento me quedé en shock, este es el tipo de cosas que no acostumbramos a escuchar de un conocido cercano, o sea, sabemos de las monjas y los sacerdotes, la labor que realizan, la renuncia a lo que conocemos como vida normal que implica esta decisión pero uno tiende a creer que ese tipo de cosas es para extranjeros que no encuentran qué hacer con su vida y que en si vamos a ver un caso en nuestro país será de alguien lejano que en respuesta a alguna frustración decidió apartarse del mundo de esta forma. Por eso  a pesar de que mi amiga siempre fue participante activa de las actividades de la iglesia, para mí era difícil  procesar lo que estaba escuchando, y fue en ese momento cuando de repente tomaron importancia aquellos factores a los que por mucho tiempo fui indiferente (vocación, votos, castidad, clausura, servicio etc.) pero es que ahora no era  de alguien que considerara superior a mí. Mi amiga, una simple mortal  igual que yo había sentido el llamado de Dios y estaba organizando sus cosas para dejar su vida, sus amigos, su familia, su carrera y seguir aquello que le dictaba el corazón.

Después de una inevitable reflexión sobre esa drástica decisión admiro el coraje de mi amiga quien sabrá Dios cuantas veces ha tenido que enfrentar reacciones de shock como la mía y contestar el millón de preguntas que uno le hace después de recibir aquella noticia, pero también me llevó a preguntarme ¿Qué estoy haciendo yo para servir a Dios? Ella está poniendo a su disposición su vida entera y sus talentos, pero a veces para nosotros implica un gran sacrificio el hecho simple de abrir un poco nuestro corazón y dejarle obrar en nuestras vidas. Es común y muy fácil ver a la gente metidas en la iglesia en momentos de dificultad, acordarse de la biblia y abrirla en  Salmos 23 o Salmos 91 cuando tiene miedo o las presiones de la vida cotidiana han afligido su alma, pero cuando todo está bien nos pesa incluso dedicarle un par de horas a la semana sentándonos en la iglesia para escuchar el mensaje. Con esto no quiero crucificar a quienes no van a la iglesia ni mucho menos, pero si quiero aclarar que en medio de la cotidianidad podemos servir a Dios siendo justos en nuestros juicios, considerados con nuestro prójimo (y esto incluye a desconocidos y personas que en algún momento nos han ofendido) cumpliendo nuestra palabra y siendo responsables en nuestras asignaciones como empleados, ciudadanos y como miembros de una familia.

De nada nos sirve hablar de Dios en la aflicción si nos olvidamos de su existencia en la alegría. Hay quienes hacen cosas extraordinarias para servir a Dios pero nosotros en nuestras vidas ordinarias también podemos hacerlo dejándolo entrar en nuestras vidas y que su presencia se manifieste a través de nuestros hechos.

 

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